El 22 de marzo, las Naciones Unidas celebran el Día Mundial del Agua en torno a una temática oficial sobre el «valor del agua». La elección de esta temática debe servirnos de alerta puesto que ¡entre la noción de valor y la de precio hay solo un paso! Sin embargo, asignar un valor económico a la naturaleza es un fenómeno cada vez más extendido y que acaba de alcanzar su punto culminante con la entrada en bolsa del elemento más esencial, tanto para la humanidad como para la vida en general: el agua.
El 7 de diciembre de 2020, la mayor empresa mundial de intercambio de derivados financieros, el CME Group, lanzaba el primer mercado de futuro relativo al agua. Los inversores y especuladores ahora pueden apostar sobre cuál será la evolución del precio del agua en California.
En la teoría, los contratos de futuros deberían permitir la lucha contra la volatilidad de precios y garantizar una cierta seguridad para los agricultores. En la práctica, se ha demostrado con creces lo contrario.
El impacto de los «mercados del agua», instaurados en varios países, es catastrófico. En Chile, los ríos son subastados y adquiridos por millonarios que utilizan el agua para irrigar de forma masiva los cultivos intensivos de paltos o para alimentar las minas. Mientras tanto, millones de personas intentan sobrevivir al acaparamiento del agua, fenómeno que provoca fuertes sequías.
En Australia, el mercado del agua, que se supone debería ser un apoyo para la economía y evitar el despilfarro de agua, termina al contrario incitando a inversores y empresarios agrícolas a la especulación en función de las previsiones en términos de escasez y de los precios futuros del agua, en detrimento del acceso de los campesinos al agua.
Contaminación, sobreexplotación, mercantilización, acaparamiento, alteración de los ciclos… Los ecosistemas acuáticos ya sufren una gran presión debida a nuestros sistemas de desarrollo. En un contexto de crisis global del agua, el agua de calidad es cada vez más difícil de encontrar y codiciada. El agua se está convirtiendo en un producto financiero ideal para los inversores, dado que todos necesitamos el agua para vivir y no existe sustituto de ésta.
Miles de millones de personas siguen sin poder gozar de su derecho humano al agua y millones de campesinos se enfrentan a grandes problemas a la hora de acceder al agua. La financiarización del agua abre la puerta a la especulación masiva y al aumento del precio del agua, lo cual supone una ventaja para los actores económicos más poderosos.
El riesgo es ver los monocultivos o las zonas de sacrificio mediante crímenes ambientales multiplicarse, todo esto causado por la agroindustria y por el extractivismo, cuyos intereses económicos y financieros son mucho más interesantes para los especuladores. Dentro de este mercado tan lucrativo, las necesidades de los seres humanos y de los ecosistemas no son prioritarios.
Puesto que el agua es la fuente de la vida, ésta no puede considerarse como una mercancía, como un producto financiero o como un objeto de especulación. Las amenazas que suponen la pandemia y la crisis climática a nivel mundial deben hacernos tomar consciencia de ello de forma urgente. Dejar que las leyes de mercado sean las que decidan la repartición y la gestión del agua es inaceptable teniendo en cuenta los derechos humanos, y una irresponsabilidad al ver la situación ecológica y sanitaria en el planeta.
Protejamos el agua, nuestro bien común
A pesar de que la ONU reconoció hace más de 10 años el acceso al agua como un derecho humano, es necesario un despertar. Para que el derecho al agua sea una realidad para todos, debemos rechazar esta visión puramente económica y utilitaria del agua.
En muchos lugares, se está experimentando políticas alternativas del agua que ponen al centro el respeto de los ecosistemas de los cuales dependemos. En todo el mundo, hay personas que se organizan para que se reconozca su derecho al agua y exigen su plena participación en las políticas en lo que respecta a las cuencas hidrográficas. Muchos colectivos denuncian el control de los intereses privados sobre el agua y se oponen a los proyectos que ponen en peligro el agua dentro de su medio de vida. Otras personas ejercen presión para otorgar derechos a ríos, glaciares o lagos. Esta responsabilidad colectiva de las comunidades humanas con el agua, bien común de todos los seres vivos, no es una opción.
Por ello, en este Día Mundial del Agua, asociaciones y colectivos de todos los países, desde nuestra diversidad, nos unimos para recordar que el agua es un derecho humano y un bien común. Seguiremos diciéndolo, en todos los idiomas si es necesario… ¡El agua es vida!
Reafirmamos el hecho de que un derecho humano no está sujeto a la condición de poder pagarlo. Reafirmamos el hecho de que un bien común no debe ser gestionado ni controlado por las leyes de los mercados financieros.
Pedimos a las autoridades públicas que asuman su responsabilidad, que se opongan a la financiarización de la vida y que tomen todas las medidas necesarias para ilegalizar la cotización del agua en bolsa.
Pedimos también a cada ser humano que reivindique su derecho al agua, que rechace el control de este elemento vital por parte de los actores económicos, que se reapropie este bien común de todos los seres vivos y que contribuya a su protección para las generaciones presentes y futuras.
Tengamos la audacia de repensar nuestra relación con el agua, ¡la vida en la Tierra depende de ello!
Fuente: El Desconcierto