Por Paulo César Carbonari* y Euzamara Carvalho**
¿La gravedad del actual momento en el que enfrentamos el empeoramento de la situación económica, humanitaria, sanitaria y ambiental a causa de la pandemia de la Covid-19 provocará nuevas formas de organización de las relaciones entre humanos y de estos con el medio ambiente natural? ¿Será el momento de tener esperanzas para las nuevas posibilidades? Son cuestiones difíciles, pero que necesitan respuesta.
En Brasil, la situación de agravamiento de la pandemia se incrementa día a día. Todos los días llega a nuestras casas el drama de miles de personas que no consiguen acceder a los servicios básicos de salud para cuidarse y luchar por la supervivencia, aunque el derecho a la salud esté declarado como derecho fundamental en la Constitución. El aumento de la hambruna y de la miseria afecta la vida de las poblaciones pobres y marginalizadas del campo y de la ciudad. La profundización de las desigualdades hace que la supervivencia sea cada vez más difícil para la mayoría de la gente, particularmente las mujeres, negros/as, indígenas, campesinos, aquellos/as que siempre han sido dejados/as en el camino de la historia por el modelo concentrador y excluyente.
Afirmar la vida como el valor más fundamental e incondicional de todos es central en este momento. La vida no tiene valor, la vida es valor y, por ello, condición de todo valor específico. Es por esta razón que no se la puede relativizar. En el contexto de una pandemia que pone bajo amenaza todos los cuerpos vulnerables y aún más aquellos/as en desamparo por motivo de la desigualdad, de la pobreza, de la discriminación y del no reconocimiento, afirmar la vida es asumir una posición radical: no hay dudas que proteger y cuidar la vida es la acción que debe ser tomada.
Sin embargo, hay un segmento en la sociedad que se refuerza por la posición del gobierno que defiende una perspectiva necrófila y necropolítica. Ella se expresa de la siguiente manera: ya que habrá contaminación, que sea pronto; ¡muertes, habrán! Muchas, infelizmente. “¿Y qué?” Estas expresiones, en la más indisimulada desfachatez, producen la potencialización del riesgo y amplían la desprotección y la consecuente falta de implicación masiva en las medidas de cuidado necesarias para el enfrentamiento de la situación de modo sostenible y responsable. En rigor, promueven la muerte.
La acción gubernamental, tal y cómo se puede ver en la grabación completa de la reunión ministerial difundida el viernes (22/05), es desarrollada de modo completamente inverso al que se podría razonablemente esperar que hubiera sido en este contexto: la amplia protección de la vida, todas las vidas. Un ministro quiere aprovechar la ocasión para “hacer pasar la boyada” de la desregulación de las normativas de protección ambiental; otro manifiesta su discurso eugénico, anti-indigenista y antigitano y quiere ver ministros del Supremo Tribunal Federal arrestados; otro ministro deja clara su preferencia por el gran capital, su desprecio por los pequeños emprendedores y su defensa del turismo sexual como negocio; otra cree que acciones restrictivas de protección serían violaciones de derechos individuales tout court, con bravatas de que va a mandar arrestar gobernadores y alcaldes. Queda explícito que la preocupación central está en salvaguardar intereses secundarios, de “amigos y familiares”, no las finalidades de la República, los bienes comunes y las garantías constitucionales. Lo que menos importa, por lo que se ha visto y oído de lo que se trató en aquella mesa, es la protección de la vida de las brasileñas y brasileños.
El gobierno no sólo sabe que su actuación está produciendo efectos nefastos y mortíferos; también sabe que puede ser responsabilizado por ello. La Medida Provisoria nº 966/2020, que reduce la posibilidad de responsabilizar a los agentes públicos por acción y omisión en actos relacionados con la pandemia de la Covid-19, es una muestra de eso.
Aunque parcialmente corregida por el Supremo Tribunal Federal, el simple hecho de su existencia es un señalador negativo para la perspectiva democrática, que incluye la necesidad de la sociedad de estar protegida de la acción irresponsable de los gestores y poder contar con los más amplios y justos recursos para responsabilizarles, si es necesario. La reducción de la posibilidad de responsabilizarles por acción y omisión en actos que sean caracterizados como habiendo sido practicados “con dolo y error grosero” remiten para el deseo de cobertura para una serie significativa de acciones para las cuales habría espacio de acción sin responsabilidad. Una vida perdida, aunque sin dolo o por error, que puede incluso no ser grosero, no vuelve.
La acción decidida de las organizaciones populares de la sociedad civil apunta hacia la defensa de la democracia, de la lucha por la realización de los derechos humanos y de la lucha por relaciones económicas solidarias. Esta acción trabaja para que la travesía que se vive en el momento de la pandemia ayude a la formación de conciencia política a respeto de la necesidad de superación del neoliberalismo asfixiante, de los discursos y prácticas de odio, de las desigualdades profundizadas, de los racismos institucionalizados, de las discriminaciones recurrentes, del machismo y del patriarcado que están entrañados, es decir, la superación de todas las prácticas que deshumanizan. El compromiso con la organización de la solidaridad traducido en donaciones de alimentos, productos de higiene y limpieza y de mascarillas de protección individual, la elaboración de propuestas de políticas para la protección social, la incidencia pública, aunque por medio electrónico, de la militancia en las redes sociales, la proposición de medidas para la salida del actual gobierno y la realización de nuevas elecciones, en un gran esfuerzo conjunto para la efectivación de propuestas y acciones, van en el sentido de garantizar y defender la vida.
Finalmente, no se trata de la defensa de la vida en un sentido genérico y amplio. Se trata de la defensa de la vida material, concreta, de cada uno/a. Una vida en abundancia, vida que se hace realidad en la complejidad, profundidad, calidad y belleza. Vida de todos y todas y para todos y todas, lo que requiere ser intransigente en la necesidad de la viabilidad de las condiciones para que todas las vidas puedan permanecer vivas y que la protección para hacer frente a la condición vulnerable y al agravamiento de las vulnerabilidades sea medidas urgentes, amplias y listas. No tenemos dudas de que “todas las vidas valen” y que, por eso, solamente la lucha de aquellos y aquellas que así lo entienden resultará en el distanciamiento de aquellas posiciones que defienden lo contrario. La promoción de la vida es una lucha, de esa lucha no salgo, de ella nadie nos saca.
* Paulo César Carbonari – Doctor en filosofía (Unisinos), militante de derechos humanos, coordinador general de la Comisión de Derechos Humanos de Passo Fundo (CDHPF) y miembro de la coordinación nacional del Movimento Nacional de Direitos Humanos (MNDH)
** Euzamara Carvalho – Compone el Sector de Derechos Humanos del MST, secretaria nacional del Instituto de Investigación, Derechos y Movimientos Sociales (IPDMS) y miembra de la ejecutiva nacional de la Asociación Brasileña de Juristas por la Democracia (ABJD)
Lea aquí el artículo original en portugués.
Foto: Niño de la comunidad ribereña de Educandos usa una máscara facial durante la pandemia de coronavirus en Manaus (AM) – Michael Dantas / AFP
La traducción del portugués hacia el español es de Gabriela Marques