Publicado por José De Echave C., Cooperaccion, el 11 de julio 2023
Un amigo que vive en Montevideo me decía a través del zoom: “esto es como en esas películas de catástrofes terribles. Nunca me imaginé vivir algo así”. Como señala Eduardo Gudynas, el investigador ecologista uruguayo, Montevideo se ha convertido en la primera capital en el mundo en quedarse sin agua potable en el siglo XXI. “Cruzamos lo que sería el día cero, pero casi nadie lo advirtió, e incluso es imposible determinar si el gobierno lo ocultó o simplemente no comprende lo que ocurre”.
Lo que llama la atención para un observador foráneo es que Uruguay no era, ni por asomo, un país que presentaba una grave situación de vulnerabilidad hídrica. Cuando uno veía el ranking de los países con problemas de seguridad hídrica en América Latina, aparecían Chile, México, Perú y República Dominicana, en ese orden y no Uruguay.
¿Qué pasó? Todo indica que lo que vive la capital uruguaya es la suma de una serie de factores y, por supuesto, varios desaciertos: en primer lugar, una sequía nunca antes vista, como consecuencia del fenómeno La Niña, que ya lleva tres años y que provocó que las represas del país estén en niveles mínimos. Sin embargo, en declaraciones al suplemento Domingo, del diario La República, Mario Caffera, especialista uruguayo en Ciencias de la Tierra y del Océano, precisa que si bien La Niña desencadenó esta situación, éste es un problema que se vislumbraba desde hace décadas y que el problema hídrico en ese país se ha venido agravando por diversos factores: el uso intensivo de agua dulce en gigantescas plantaciones de pinos y eucaliptos; el acaparamiento de fuentes hídricas en los campos de soja y arroz; el uso indiscriminado del agua en zonas urbanas; y la postergación de proyectos importantes de represamientos, como el de Casupá.
Eduardo Gudynas explica que el concepto de Día Cero se aplicó en la Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, luego de una severa sequía que tuvo como punto culminante el año 2018: “A medida que caían las reservas de agua dulce de esa ciudad (con más de 4.6 millones de habitantes), se aplicaban crecientes restricciones sobre el consumo de agua. Tenían un plan, por supuesto que discutible, pero se organizó con anticipación un programa de medidas escalonadas. Cuando las reservas de esa ciudad sudafricana cayeran por debajo del 13.5 por ciento, inmediatamente se decretaría el día cero”. En el caso de Montevideo, las reservas en la represa de Paso Severino, la más importante de todas, estaban por debajo del 3%, lo que equivalía apenas a tres días del consumo de agua de la capital uruguaya.
Viendo lo que se vive en Montevideo, cabe preguntar si una situación similar se puede repetir en otras ciudades de América Latina y para el caso del Perú habría que analizar cómo estamos en términos de seguridad hídrica. Intentando responder a estas interrogantes, cabe señalar que un reciente informe publicado por el Banco Mundial da cuenta de que el Perú tiene una de las más bajas capacidades de almacenamiento de agua en América Latina, lo que lo hace susceptible a fallas en todo el sistema hídrico, en medio de los crecientes riesgos climáticos.
Si bien el Perú es el octavo país más rico en agua dulce en el mundo y el tercero de América Latina, enfrenta la mayor variabilidad climática de la región. Además, los recursos hídricos están distribuidos de manera desigual y por ejemplo, “las cuencas hidrográficas de la región del Pacífico (la Costa) experimentan el mayor déficit hídrico, pero son la zona más poblada y productiva del Perú. Por ejemplo, la cuenca del Rímac, que abastece a los 11 millones de habitantes de Lima, proporciona menos de 100 metros cúbicos por persona al año. Este es el nivel más bajo de recursos hídricos por persona del país y denota una escasez absoluta de agua” (Banco Mundial, 2023).
Todo indica que para el 2023, los impactos de los choques hídricos en el Perú serán cada vez de mayor magnitud por el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos asociados que ya se han comenzado a vivir. Esta suerte de elementos combinados de insuficiente capacidad de almacenamiento de agua y mayor vulnerabilidad de la infraestructura; deterioro de las cuencas hidrográficas; choques hídricos vinculados con lluvias extremas y sequías; aumento de la variabilidad de las precipitaciones; retroceso de los glaciares y su capacidad de almacenamiento; uso no sostenible del agua subterránea (varios acuíferos se están agotando), son, entre otros, los componentes que provocan que un porcentaje importante de peruanos y peruanas enfrenten de manera creciente una situación de inseguridad hídrica: según el Banco Mundial, sólo el 50% de la población tiene acceso a servicios de agua potable seguros.
Si no se reacciona a tiempo, la situación continuará agravándose en el Perú y los choques hídricos cada vez serán de mayor magnitud. Una tarea urgente es cambiar el enfoque de la gestión del agua, para, precisamente, apostar a la sostenibilidad, la eficiencia y la resiliencia que requiere cualquier estrategia que apunte a lograr la seguridad hídrica (Banco Mundial, 2023).
Si no se asume plenamente esta tarea, los Día Cero comenzarán a acechar la vida de los peruanos y peruanas, en particular la de los que viven en los mayores centros urbanos de la Costa, incluida la ciudad de Lima.
Fuente: https://cooperaccion.org.pe/opinion/como-en-las-peliculas-una-ciudad-capital-se-quedo-sin-agua/