Publicado por Mauro Millán, Desinformémonos, el 1 de agosto 2023
El traslado del monumento de Julio Argentino Roca del Centro Cívico de Bariloche generó apoyos y críticas. Mauro Millán, lonko mapuche del Lof Pillan Mawiza, rechaza la estatua del militar, apunta a la sociedad que avala los discursos racistas y cuestiona al Estado y dirigentes políticos que sostienen políticas represivas sobre los pueblos originarios.
El Estado tiene un posicionamiento negacionista ante la historia de los pueblos originarios que hemos sobrevivido a la enajenación, a la usurpación, a la violación, a las políticas de exterminio, a la ocupación militar del Estado argentino sobre nuestros territorios.
El Pueblo Mapuche tiene una clara narrativa que no solo interpela el pasado y lo que ha sucedido desde el momento que llega el Estado en el siglo pasado a estos territorios, sino que también tiene actualidad. Es la narrativa sobre un pueblo que existe, que tiene una buena salud que nos permite volver a pensarnos como tal, como pueblo, planificar nuestro futuro, defender los territorios porque tiene que ver con nuestra ideología y nuestra filosofía. Una política centrada en defender el territorio del extractivismo capitalista y de toda política estatal que no contemple la seguridad del territorio en términos de cuidado.
Nuestra narrativa discute con el discurso hegemónico, pero también devela que, hasta hoy, el Estado mantiene secuestrado el relato verdadero. Sabemos que ese relato de negacionismo estatal sobre el derecho de los pueblos originarios encubre lo que significó la génesis de este Estado. ¿Cómo se fundó este Estado llamado Argentina? Un Estado que claramente no fue fundado de manera horizontal y participativa. Fue un Estado creado por una incipiente oligarquía, por comerciantes, por militares que proyectaron una sociedad que tuvo y tiene la premisa del supremacismo como eje central de la política estatal de los territorios que fueron conquistando.
Entonces, la presencia de un monumento que evoca esa idea del supremacismo estatal debería en todo caso interpelar a esa sociedad.
Que el monumento de Roca esté en el Centro Cívico de Bariloche es el recordatorio de una sociedad que hasta el día de hoy reivindica la idea del supremacismo. Es una sociedad adormecida porque deja que una cúpula se perpetúe, dirigiendo los destinos de miles de personas, mapuches y no mapuches, que estamos en su gran mayoría en situación de empobrecimiento por sus políticas.
En este lugar y en estos días, desplazar el monumento de Roca es meramente un acto simbólico, sin un impacto de interpelación al poder. Todo lo contrario, habilita a todos esos supremacistas, como Miguel Pichetto, Patricia Bullrich, Mauricio Macri, a sostener la hegemonía del discurso racista, porque claramente saben que levantando el mensaje del patriotismo atraen votantes que simpatizan con esas ideas segregacionistas.
El traslado del monumento no tendrá mayores impactos en nuestros debates como sociedad hasta que no lo anteceda un cambio profundo inspirado en la diversidad cultural. Roca es una justicia racista, un proyecto extractivista, una política de elite, la Sociedad Rural, la extranjerización del territorio. La esencia de lo que significa una sociedad reconstruida, una sociedad con capacidad para interpelarse, para asumir y tomar la decisión de que este rumbo ya no se puede seguir, necesita desplazamientos simbólicos que tengan sustento estructural.
«El monumento a Roca es una provocación»
Los proyectos de sociedades que tienen, por un lado, los partidos políticos y, por otro, el Pueblo Mapuche, son absolutamente diferentes, inclusive antagónicos.
Es muy difícil que una sociedad armada con los intereses de algunos particulares para sostener privilegios —de empresarios, multinacionales, Iglesia, políticos— se piense con cierta empatía hacia un bien común.
Por eso, la simbología adquiere relevancia en algunos lugares. En la Patagonia claramente lo vemos (a Roca) como una provocación, porque provoca nuestra existencia como pueblo: existimos, estamos, tenemos demandas, somos un conflicto para el Estado Argentino. Dudo que la imagen de Roca en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires tenga el mismo impacto.
En todo caso, esa estatua nos sirve para escracharla, para sabotearla, para decir que no nos han vencido, que seguimos luchando. Es decir, para denunciar al poder perpetuo y dialogar con la gente que empatiza, que consideramos con cierta similitud con nuestra realidad, la gente no indígena que comparte nuestros barrios, en situación de desigualdad, de vulneración de sus derechos. Con ellos construimos.
Si me preguntan, aspiro a que algún día saquemos el monumento de Roca porque la gran mayoría decidió derribarlo y, principalmente, la sociedad winka (no mapuche), que sea la encargada de retirarlo. Nosotros, mientras tanto, seguiremos con sabotajes y escraches al monumento a Roca, que es una simbología de la muerte que ha creado el Estado y que ha intentado imponer durante todo un siglo.