Publicado por Alberto Acosta, Rebelión, el 23 de febrero del 2024
En memoria de Alfredo Eric Calcago (1925-2024)
Ecuador vive una situación en extremo compleja. Arrastra los crecientes problemas de una economía deprimida, por efecto de políticas económicas depredadoras del bien común. Sufre las angustias de una sociedad sin horizontes, aterrorizada por la violencia del crimen organizado y por el mismo “conflicto interno armado”, decretado por el presidente Daniel Noboa. Y en ese ambiente se recrudecen las tendencias autoritarias de todo tipo, que sacrifican derechos y libertades para dizque alcanzar la seguridad…
En esta coyuntura atruenan con mucha fuerza las voces del coro de los terroristas económicos. Un coro que legitima el Mundo de los Dueños, en nombre de la libertad, del individuo y del mercado, inclusive de la democracia. Una suerte de cofradía de iniciados librecambistas, que se asumen como los portadores de la verdad revelada en el manejo de la economía. Una congregación que se presenta a si misma como compuesta por expertos serios y prudentes, eso si ocultos en las profundidades de su propia memoria después de haber sido muchos de ellos responsables directos de fracasadas políticas económicas neoliberales. Son, por lo demás, conocidas sus recomendaciones, que las empaquetan una serie de versos que los difunden según la ocasión. Este grupo, por cierto, para multiplicar su mensaje, cuenta con el eco activo de la gran prensa.
Lo vimos cuando presionan por el incremento del IVA o por la eliminación de los subsidios a los combustibles. Estas “recomendaciones” se apuntalan en el miedo, pues, de no ser aceptadas sus pretensiones, estaría en riesgo la dolarización, transformada en el gran tótem de la economía; negando, de paso, la existencia de alternativas. Curiosamente, la dolarización se impuso en el año 2000 enarbolando también el miedo a una debacle económica, entonces se levantó el cuco de una -inexistente- hiperinflación, y se esgrimió por igual el argumento de la ausencia de alternativas; lo que, en ambos casos, es falso.
Para no confundirnos, entendamos el terrorismo económico como una acción de cualquier persona, medio de comunicación, institución, gobernante u organismo internacional -todos de prestigio y audiencia en tanto líderes influyentes en la opinión pública- que difunde mensajes infundados o en extremo exagerados, muchas veces carentes de constatación empírica, que pueden llevar a la aceptación sumisa de determinadas políticas económicas.
Así, con sus versos, este coro de terroristas económicos, al servicio de los poderosos grupos de poder, defienden la teología neoliberal; en concreto, el cumplimiento de las “recomendaciones” del FMI, que priorizan las expectativas de los mercados externos y las exigencias de los acreedores de la deuda externa. Asumen como irresistibles las fuerzas de la economía internacional y como muestra indiscutible del éxito de sus recomendaciones presentan a los países industrializados, sin siquiera analizar los caminos seguidos por dichos países para conseguir su bienestar. Sin pestañar apuntalan los extractivismos obviando los costos sociales y ambientales. Pregonan la reducción del tamaño del Estado como la gran panacea. Alientan el aperturismo a ultranza. Y así por el estilo.
Así, estos poetas del ajuste interminable recitan sus versos, es decir sus recomendaciones, presentándolas como las únicas posibles, como verdaderas y como técnicas, negando así su profunda esencia política y por cierto ideológica. En la práctica, estos juglares neoliberales elevan a la categoría de objetivos indiscutibles a simples instrumentos de política económica, como lo es la propia dolarización. Y de plano, con su dogmatismo, cierran la puerta a otras opciones que puedan afectar el status quo, incluso si son apenas de corte keynesiano.
Como parte de tanta poesía no faltan los esfuerzos por marginar a quienes se atreven a cuestionar el dogma neoliberal. Se los descalifica de antemano. Se los tilda de populistas o de atrasa pueblos. Se los margina de la discusión pública. Así, al cerrar la puerta a cualquier alternativa y al desprestigiar a quien les pueda contradecir, se erigen como los sumos sacerdotes del manejo económico.
A la postre con estas fábulas económicas, recitadas hasta el cansancio en diversos tiempos de acuerdo a las cambiantes circunstancias, se quiere cerrar la posibilidad de conocer quiénes son los beneficiarios y los perjudicados por determinadas medidas de política económica. Nada se dice sobre los efectos nocivos que tienen los TLC, porque se los asume como técnicos. Además, muchos de estos personajes fungen como lobistas profesionales para presentar como exitosos resultados desastrosos, como fue, no hace mucho, la reducción del déficit fiscal vía austericidio. Y en el colmo de su audacia no faltan analistas, que sueñan con “un entorno aburrido” en términos políticos, es decir sin contradictores, para poder traducir tranquilamente sus versos en acciones concretas.
Para completar su instrumentario de disciplinamiento social e inclusive político, esta cofradía cuenta con el tan promocionado “índice de riesgo país”, que apenas mide la predisposición de un gobierno para cumplir -sobre todo en el corto plazo- con las exigencias de los acreedores de la deuda externa, pero que no dice nada del estado de la economía de la gente y ni siquiera se orienta por la real capacidad de pago de dicha deuda.
Esta adaptación pragmática a las demandas del Mundo de los Dueños requiere de gobernantes incapaces de construir alternativas que tengan como objetivo el bien común, de tecnócratas aparentemente despolitizados, de muchos periodistas sumisos, así como de gente susceptible a tragar tantas ruedas de molino. A la postre, no solo que se reproducen una y otras vez políticas económicas calamitosas para la mayoría de la población, sino que se depreda de forma sistemática la democracia.-
Fuente: https://rebelion.org/el-terrorismo-economico-y-sus-versos/