Fuente: Surcolombiano.com
La historia de la humanidad está llena de ejemplos aleccionadores de lucha, de resistencia frente a la injusticia. No importa si en el acto se gana o se pierde, pero al final queda la lección como un auténtico hecho emancipatorio, como un grito verdadero de liberación, como un mandato de vida, una herencia irrenunciable. Y quedan clavados en el alma de los pueblos para siempre, con toda la fuerza de la memoria que nunca muere.
El caso de don José Miller Montealegre Escobar (Q.P.D.) es francamente conmovedor: Esposo de María Doris Galindo, padre de 11 hijos, agricultor, minero artesanal, líder comunitario y social de Rioloro, Gigante, Huila. Tenia 65 años de edad. Era un hombre capacitado y formado en agricultura y temas relacionados con la seguridad y soberanía alimentarias, más de 11 títulos de capacitación que mostraba con modestia, pero con orgullo, ratificaban su condición de sabio labrador opita, combinada con una inquebrantable voluntad de defender la tierra de él y el territorio de todos.
Falleció el 18 de diciembre. Según testimonios, de los cuales existen registros fílmicos, hasta antes de morir y aún minutos después, sufrió el asedio por parte de funcionarios de Emgesa para que se acercara a la oficina a firmar la oferta de compra de sus predios, que él había rechazado desde el comienzo. Los “inversionistas” sabían que el Señor Montealegre se encontraba en estado crítico, sin embargo continuaban presionando, a pesar de habérseles comunicado, según cartas de su hijo Miller Montealegre Galindo, que no lo interrumpieran para evitar agravar su estado de salud.
José Miller Montealegre Escobar fué un símbolo de la resistencia a la voracidad de Emgesa y nunca firmó la entrega de su predio porque fue consciente de su justa causa. Antes de ser hospitalizado quemó las cartas de la leonina oferta de compra de su predio, con ello ratificaba su profundo rechazo y el de la gran mayoría de los pobladores de la zona de Quimbo, a las absurdas pretensiones de la multinacional hispano-italiana, la misma que expulsó a Rufino Morales Trujillo de la Hacienda Belima donde se desempeñaba como partijero, sin permitirle que recuperara la cosecha que era vital para pagar deudas. Cínicamente le ofreció como empleo que se fuera a trabajar en el túnel como carretillero, trabajo forzado que él no aceptó, dado que la licencia advierte que debe garantizársele un trabajo digno y adecuado a su avanzada edad. Como si fuera poco, funcionarios de Emgesa le destruyeron la “rancha” a su hijo Rufino Morales Rojas, pescador artesanal, dejándolo desempleado. Es el pago de los villanos y sus cómplices huilenses.