Mientras los ojos del mundo están en la pandemia de coronavirus, la deforestación en la Amazonía brasileña está avanzando. Solo en abril, los incendios crecieron un 64% en comparación con el año pasado, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE). Hasta la fecha, el aumento ya ha alcanzado el 55%.
«Existe una fuerte evidencia de que la lucha contra el coronavirus abre una ocasión ideal para que aumenten las actividades ilegales en Amazonía», advierte Paulo Moutinho, investigador principal del Instituto de Investigación Ambiental del Amazonas(IPAM) y uno de los principales expertos de Brasil en el asunto. «Y lo peor es que hay dos pandemias que comienzan a combinarse: la de Covid-19 y la de la deforestación en la región amazónica. Están entrelazadas».
Moutinho recuerda que los períodos secos, entre junio y octubre, favorecen los incendios, lo que, históricamente, genera una mayor demanda en los hospitales de la región de pacientes con problemas respiratorios, acentuados por el humo intenso. En este contexto, la llegada del coronavirus se convierte en un cóctel aún más peligroso. «Se avecina un desastre sanitario en la región. Es una situación muy grave ver a estas dos pandemias combinadas», dice Moutinho.
«El deforestador no hace home office»
La ex presidenta de Ibama (2016-2018) Suely Araújo, especialista en políticas públicas del Observatorio del Clima, informa que, al comienzo de la pandemia, se pensaba que las actividades ilegales en la Amazonía disminuirían en los meses siguientes, pero lo que vimos fue lo contrario. «La deforestación no hace home office».
Con cada vez menos inspectores forestales para controlar la acción de los deforestadores, la curva de incendios ilegales ha aumentado de manera exponencial en los últimos años. Actualmente, según Araújo, hay menos de 500 inspectores en el campo: en 2010, había 1.300.
Esta semana, el gobierno federal accionó las Fuerzas Armadas para empezar una operación de emergencia a fin de tratar de controlar los incendios, pero, según lxs ambientalistas, es una medida con efectividad restricta, localizada, y llevada a cabo durante un breve período..
“El año pasado, esta operación ayudó, pero no pudo realmente frenar la ola de deforestación. Ahora, es posible que tenga algún efecto, pero es insuficiente. Necesitamos tener un plan de mediano a largo plazo en la región nuevamente ”, dice Moutinho. Señala que Brasil «ya ha demostrado» ser capaz de combatir la destrucción del bosque al mismo tiempo que avanza el agronegocio. «De 2005 a 2012, la deforestación cayó un 80% y la producción de soja casi se duplicó en este período».
La operación militar pagaría un año del salario de inspectores
También se cuestiona el alto costo de la operación militar, de R$ 60 millones por mes. «Estimamos que dos meses de operación pagarían el salario básico por un año de más de 1,000 inspectores, lo que corresponde exactamente al déficit de inspectores que tenemos actualmente», observa el analista del Observatório do Clima.
El desmantelamiento de las estructuras de control, combinado con nuevos proyectos de ley que favorecen actividades irregulares, como la minería, incentivan a los criminales, subraya el especialista en legislación ambiental. «Para el control de la deforestación, el primer paso es que las autoridades dejen de criticar la inspección ambiental y de estimular el acaparamiento de tierras. Hoy vemos en el discurso y en la práctica medidas que van en contra de la protección del bosque «, dice Araújo.
Por: Lúcia Müzell (en RIF.fr)